Ir al contenido principal

Banquetes, guerras y jardines

 Estos días estuve más ansioso de lo habitual. Encuentro mis jardines mal cultivados. 

Hablando de jardines, acabo de leer el discurso de Agatón, en El Banquete. Dice que Eros solo se detiene donde hay flores, ya sea en el cuerpo o en el alma. 

Cuenta Homero que Héctor, antes de enfrentarse con Aquiles, huyó de él, y perseguido y perseguidor dieron tres vueltas alrededor de Troya. Un espectáculo que mantuvo impresionados a los dos ejércitos y a todo el panteón olímpico.

El mejor Héctor aparece en el canto XX o XXI de la Ilíada. Porque ahí emerge el Héctor más humano, el que tiene febriles accesos de cobardía, al punto de sentirse tentado a entregarles a los griegos todo lo que pedían, para terminar la guerra. El héroe que quiere rendirse. El que quiere escapar de su hado. Ese es el único campo fértil para ser héroe (Tyrion Lannister dixit): la consciencia de la propia fragilidad y el deseo de abandonar todo y refugiarse en la ciudadela. Dejar de beligerar, diría Dolina. 

Sócrates, según Aristodemo, declinó la invitación a una fiesta en casa de Agatón, por miedo al gentío (fobia social se dice ahora). 

Pausanias distingue entre el amor vulgar y el celeste, según se ame algo fugaz o durable. 

La autorreferencia en un diario es inevitable. Yo sigo persiguiendo un bien que no me calma. Y huyo, como Héctor, dando vueltas alrededor de mis propios muros, que encierran jardines sin flores. Porque las que tuve, las anegué con aguas ansiosas. Se marchitaron por exceso. Me creí con derecho a construir su permanencia, a interferir en un diseño que no es mío. Pensé que la conservación óntica dependía de mí, yo, que soy incapaz de conservarme. Yo, que día a día me voy espesando hasta ser polvo y ceniza.   

Solo hay un jardinero. Los demás somos trabajadores de temporada que aquel contrata para arrancarle una flor al pantano, regarla con sutileza y entregársela a su regreso. Únicamente se nos pide un modesto homenaje,  aunque sea para no desentonar con el fausto del retorno.  

Creo que es una reparación justa por el fruto robado. El pecado más grave no fue la desobediencia, sino el haber apurado el desarrollo del árbol y cosechado antes de tiempo algo que no cultivamos ni cuidamos. 

Y el haber comido estando inmaduro el fruto e inacabado el hombre. 

37558_C_0020_Lorrain_0020_5_ml copy

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Ya lo hemos dado todo, Señor

La humanidad ya ha ofrecido todo lo que tenía para dar. Ha agotado todas sus reservas, llevado al acto todas sus potencias. Ya ha elaborado todo el arte de que era capaz, y ha olvidado su capacidad redentora. Ya ha exprimido su lenguaje, y cansada de su auge lo ha mutilado. Ya ha regado la tierra con santos para todos los gustos. Ha parido ya todos sus héroes. Todos sus buenos reyes y todos sus tiranos, déspotas y sátrapas. Todos sus gobernantes mediocres.  Ya ha dado su provisión de alimentos, ha mejorado los productos de la tierra y justificado el paladar.   Ya ha regalado su más alta expresión literaria, y ahora se dedica a hacer obras autorreferenciales, fácilmente digeribles, plagadas de personajes sin vocación de trascendencia.  Ya ha suavizado el peso de la tierra con óperas, baladas, cantos épicos y canciones de cuna. Ahora, por una triste infertilidad, ha pegado la vuelta a los primeros balbuceos, al ruido sin melodía y a la letra sin levadura.  Ya ha surtid...

Lucano I

Hace tiempo que no me visita ninguna musa.  Desconozco el por qué. Supongo que debe haber alguno. A partir de aquí, el lector queda avisado, ingreso en el terreno de la especulación.  En Pamplona las musas me acosaban, en Dublín directamente no me dejaban dormir.  Buenos Aires es un monstruo gentil, me dijo un chofer de Cabify que huyó de Venezuela y juró -besando el dedo que figuraba una cruz- que no volvería. Su tierra lo echó con el gesto de brazos en paralelo, típico del que empuja, y otra tierra lo recibió con los brazos en paralelo un poco más abiertos, típicos del que abraza.  Buenos Aires solía ser un campo fértil para la imaginación y la cultura. Era una meca para el artista. Aquí estuvieron Saint Exupéry y Ortega y Gasset (tiene un ensayo para los jóvenes argentinos que es magistral). A Neruda y Frida Kahlo prefiero no nombrarlos, no los tengo en gran estima. Y pese a que me lo intentaron explicar, todavía no comprendo la estima que otros les tienen, suponi...

Alexandros I

Buenos Aires es, sin quererlo, la confederación que no pudo —o no supo— ser Argentina. Cada barrio es una polis, con reminiscencias de otras antiguas. Recoleta tuvo una época de plata en alguna medida similar a la de la Atenas de oro, la de Fidias y Sófocles. El esplendor de Palermo puede compararse al auge que en su momento tuvo Tebas. Parque Chas, en una asociación quizás más obvia, tiene algo de Creta. Pero, más allá de las diferencias fisonómicas entre los barrios, hay una mercancía habitual que puede encontrarse lo mismo en Villa Crespo que en Flores, porque la tiene cualquier porteño de raza. Es el ingenio. Un tesoro que cada vez está enterrado más abajo. Pero está. Es cosa de escarbar, y de escarbar mucho. Con el tiempo, tratar de encontrar el alma porteña y sus atributos será cada vez más parecido a un ensayo de paleontología.  Ahora todas las polis porteñas enfrentan un largo periodo de decadencia, primero porque han perdido la identidad propia, después porque han perdido ...