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Mostrando las entradas de noviembre, 2023

Zigzagueos del alma

La vida del espíritu es intermitente, dice Saint Exupéry.  Mi razón sigue organizando la realidad, pero aun estoy ciego para los seres.  Vivir una vida plena depende solamente de la preposición que se elija: me sirvo de los demás o sirvo a los demás. Es sábado. Mi alma me dice que me quede tranquilo, que no está despedazada. Solo tiene una herida en el pubis que le impide trotar hacia otras almas.  También tiene problemas en la vista, por lo que evita en lo posible la luz del sol. Espera la llegada de la noche para, como dice Saint Exupéry, desear servir a una verdad imperiosa.  - De lunes a viernes soy inmanentista, y los fines de semana algo escolástica -reconoce. 

El Verbo

 El aire era pesado, el calor asfixiante mezclado con polvo levantado por las sandalias teñía la visión de un color arenoso. Su índice rozó la tierra y comenzó a moverse. Escribió, así cuenta el Libro, refrendado por los sabios y los testigos de oídas. Los ojos de los presentes pasaron de una mirada sedienta de sangre, nublada por la ira del justo, al estupor. No comprendían. ¿O sí?  Sus corazones se llenaron de miedo, el temblor interior removió sus cimientos más íntimos, sus verdades se vieron al desnudo. Ahora, la prostituta eran ellos. Se miraron, temerosos de lo que veían y oían, de esa voz interior. Vergonzosos de que algún eco haya escapado las paredes de su fortaleza, de que lo que ellos mismos oían fuese oído por los demás. Cada fibra vibraba, el miedo y la paz se entrelazaban de maneras irracionales, el desconcierto y la certeza bailaban un vals acompasado, sin tiempo.  Cayó la primera piedra y le siguieron las demás. El polvo se levantaba como danza el agua al ser acariciada

La comunicación

Hoy la comunicación es intercambio de monólogos, según Kohan.  Hoy estamos más conectados que nunca, y también más agobiados.  El agobio de la comunicación asincrónica viene expresado en la consciencia del diálogo pendiente o, mejor dicho, del monólogo que hay que escuchar o leer, para luego devolver el propio.  El diálogo de antes, por teléfono, era un fenómeno espontáneo. No era concebido como obligación que flotara en el éter mental. Alguien llamaba, y si por alguna razón el receptor no se dignaba a cumplir el papel esperado, este no se enteraba nunca de que alguien deseaba llamarlo. Poniéndolo en otras palabras, no era consciente de la agresión. Ni asumía responsabilidad alguna. Era feliz en su ignorancia; no tenía ante sí el imperativo de activar los mecanismos del lenguaje para responder a la iniciativa de un otro.  En lo que a mí respecta, busco el diálogo en ámbitos cuidados, en escenarios escogidos. A salvo, en la medida de lo posible, del marco que propone la civilización par

Saturday morning

El trabajo puede ser disfuncional.  Las tendencias más profundas despiertan el sábado a la mañana. Ahí empieza la construcción del ser humano. El domingo por la tarde es la fase crepuscular, la agonía del ethos.  Los lunes son por naturaleza deconstructivos.