Ir al contenido principal

La comunicación

Hoy la comunicación es intercambio de monólogos, según Kohan. 

Hoy estamos más conectados que nunca, y también más agobiados. 

El agobio de la comunicación asincrónica viene expresado en la consciencia del diálogo pendiente o, mejor dicho, del monólogo que hay que escuchar o leer, para luego devolver el propio. 

El diálogo de antes, por teléfono, era un fenómeno espontáneo. No era concebido como obligación que flotara en el éter mental. Alguien llamaba, y si por alguna razón el receptor no se dignaba a cumplir el papel esperado, este no se enteraba nunca de que alguien deseaba llamarlo. Poniéndolo en otras palabras, no era consciente de la agresión. Ni asumía responsabilidad alguna. Era feliz en su ignorancia; no tenía ante sí el imperativo de activar los mecanismos del lenguaje para responder a la iniciativa de un otro. 

En lo que a mí respecta, busco el diálogo en ámbitos cuidados, en escenarios escogidos. A salvo, en la medida de lo posible, del marco que propone la civilización para intercambiar ideas: el ruido, la tecnología y los tópicos impuestos. 

Y ya situándonos en la medida de lo imposible, a salvo de esa máscara llamada vanidad. 

 

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Defensa del tiempo ofendido

La vida es intensa pero no densa, en el sentido de que el andar, el trayecto, no tiene consistencia ni deja huella. Algo así dice Byung-Chul Han en su ensayo El Aroma del Tiempo . La obra tiene cosas de Pieper y de Heidegger, de quien aquel se reconoce discípulo.  Voy a darle algunas vueltas a esa tesis, o mejor dicho conjugarla con otras.  Nos hemos convertido en seres de rectas puras, renunciando al andar curvo que según Marechal es característico del hombre (o debiera serlo), y que por definición admite desvíos. No hay reposo porque el camino no ofrece posadas. O las hay pero por alguna razón no las vemos. No hay tiempo para demorarse.  Cuando leí las sensaciones que experimentó el protagonista de The Lord of the World,  de Benson, al viajar de la agitada Londres a la serena Roma, no pude evitar sentir cierta envidia. Mientras pasea por las calles de la Ciudad Eterna, observa "los cauces serenos de la antigüedad". Digo envidia pero, pensándolo bien, puede ser...

Lucano I

Hace tiempo que no me visita ninguna musa.  Desconozco el por qué. Supongo que debe haber alguno. A partir de aquí, el lector queda avisado, ingreso en el terreno de la especulación.  En Pamplona las musas me acosaban, en Dublín directamente no me dejaban dormir.  Buenos Aires es un monstruo gentil, me dijo un chofer de Cabify que huyó de Venezuela y juró -besando el dedo que figuraba una cruz- que no volvería. Su tierra lo echó con el gesto de brazos en paralelo, típico del que empuja, y otra tierra lo recibió con los brazos en paralelo un poco más abiertos, típicos del que abraza.  Buenos Aires solía ser un campo fértil para la imaginación y la cultura. Era una meca para el artista. Aquí estuvieron Saint Exupéry y Ortega y Gasset (tiene un ensayo para los jóvenes argentinos que es magistral). A Neruda y Frida Kahlo prefiero no nombrarlos, no los tengo en gran estima. Y pese a que me lo intentaron explicar, todavía no comprendo la estima que otros les tienen, suponi...

Alexandros I

Buenos Aires es, sin quererlo, la confederación que no pudo —o no supo— ser Argentina. Cada barrio es una polis, con reminiscencias de otras antiguas. Recoleta tuvo una época de plata en alguna medida similar a la de la Atenas de oro, la de Fidias y Sófocles. El esplendor de Palermo puede compararse al auge que en su momento tuvo Tebas. Parque Chas, en una asociación quizás más obvia, tiene algo de Creta. Pero, más allá de las diferencias fisonómicas entre los barrios, hay una mercancía habitual que puede encontrarse lo mismo en Villa Crespo que en Flores, porque la tiene cualquier porteño de raza. Es el ingenio. Un tesoro que cada vez está enterrado más abajo. Pero está. Es cosa de escarbar, y de escarbar mucho. Con el tiempo, tratar de encontrar el alma porteña y sus atributos será cada vez más parecido a un ensayo de paleontología.  Ahora todas las polis porteñas enfrentan un largo periodo de decadencia, primero porque han perdido la identidad propia, después porque han perdido ...